Siendo niños en ARCO 2020

Charles y yo visitamos ARCO 2020, la Feria Internacional de Arte de Madrid, como parte de nuestra residencia artística en Matadero. Observamos las obras a través del prisma de la infancia y el juego, en algunos aspectos la antítesis el mercado y en otros tal vez más cerca de la intención de los propios artistas.



En medio de nuestras reflexiones, recibimos una videollamada sorpresa de Mia, nuestra sobrina de seis años, y nos divertimos mostrándole algunos trabajos que habíamos encontrado. Los primeros no cumplieron con sus criterios de interés hasta que le enseñamos los grandes retratos tipo cómic de Javier Calleja. Un retrato grande de un hombre con gafas con chaqueta y corbata podría hacer referencia a dibujos animados, un avatar, llamativos filtros de teléfono. ¿Es una visión reconfortante de un mundo laboral adulto que hace que los negocios sean apetitosos? ¿O una visión infantil de adultos? Mia lo convirtió en una niña con el pelo corto y disfrazada con gafas gruesas y corbata. También le encantó una escultura de la cabeza tumbada de una mujer con la que ella y yo tejimos una historia, y algunas pinturas abstractas coloridas.





Uno de los pocos artistas en ARCO que trataba la infancia fue Roger Ballen, cuyas fotografías  a menudo incluye niños en sus obras. Estas escenas inquietantes están llenas de rostros en paredes y muebles: el niño del artista se soltó en las habitaciones. Estos son espacios para que la imaginación se relaje y viaje con narraciones extrañas y misteriosas, como escuchar una historia contada alrededor de una fogata, de espaldas a las sombras.



Mi niña interior se deleitaba frente a una humilde vivienda bordeada de palmeras que se derraman por las paredes de la galería con fugitivas pinceladas azules. Decía 'Esto me recuerda los dibujos que hice cuando era pequeña. Siempre dibujé una casa como esta frente al mar, con palmeras y mucho color. Es la casa de mis sueños en la tierra donde nací'. El trabajo es de Adriana Ciudad, que actualmente trabaja en Bogotá, Colombia, y formó parte de su exposición de 2018, Salgan ríos de mis ojos.



A los dos nos cautivó una instalación de Alvaro Urbano titulada Hands as drawers (Las manos como cajones): un espacio para la imaginació que genera recuerdos de mudanzas, lugares abandonados, cartas no leídas que llegan a una dirección antigua. De niño Charles creció en Nueva Zelanda, sus padres a menudo se mudaban de casa: Tapawera, Culverden, Dunedin, Wellington ... Cada tres o cuatro años lo hicieron por el trabajo de su padre en la iglesia. Su madre una vez escribió la historia de la mudanza, y le dibujó a su hermana y a el organizando las cajas como una forma de prepararles para el gran cambio.

El cenicero lleno, los círculos de humo que habrían salido a la luz de la farola, la persona inquieta que tenía motivos para irse. Al estar en la luz te conviertes en una figura solitaria en una pintura de Edward Hopper. La lluvia en la ventana evoca recuerdos de días húmedos cuando de niño no puedes salir y juegas solo en casa, los viajes en automóvil mirando a las gotas correr por el cristal. En una inspección minuciosa noté que el pomo de la ventana no se compra en la tienda, sino que está hecho a mano, y no fue hasta que leí sobre la instalación cuando encontré que la maceta con su planta con hojas caídas y las cajas de cartón con cinta, no son reales, sino que están hechas cuidadosamente de metal pintado. La naturaleza física de la instalación, al ser parte del espacio, le brinda al espectador una experiencia lúdica inmersiva con pistas, como una novela negra, en un lugar que a primera vista es solo una sala vacía, tal vez incluso un rincón abandonado en la feria de arte donde la galerísta olvidó llegar para desempaquetar las obras.



Otro 'espacio vacío' fue el ocupado por la pieza Borrowed splendour (Esplendor prestado) de Zhana Ivanova. En contraste con el espacio abandonado de Urbano, este contiene tres personas, tres sillas y una mesa. Como en un juego de niños dos personas se sientan frente a micrófonos y leen instrucciones a los participantes. Aquí se fuman los cigarrillos, y los gestos y las miradas vinculan y distancian las figuras. Hay momentos divertidos, torpezas, miradas cómplices, un debilitamiento de las normas sociales. ¿Los participantes siguen las instrucciones o se deciden a inventar su propio juego? En el contexto de una feria de arte donde la mayoría de las galerías tienen un escritorio con los propietarios sentados trabajando en portátiles o esperando a los visitantes, esta mesa adquiere una naturaleza lúdica, siendo el foco de atención entre paredes blancas vacías.



Y finalmente, ¡encontramos algo de poesía en ARCO! En 'Estudios de rimas por formas de la mano', de Francisca Benítez, los estudiantes hicieron anotaciones en las fotografías de 37 signos del lenguajede señas, American Sign Language (ASL), durante un taller de creación poética. Al igual que la palabras, los signos riman visualmente: un mismo gesto puede representar diferentes palabras dependiendo, entre otras cosas, de la posición, el movimiento de la mano o su combinación con diferentes expresiones faciales. A través de las imágenes, compartimos la emoción de crear un nuevo mundo poético gracias a ASL.

Charles y yo amamos crear videopoemas y planeamos, entre otras cosas, hacer nuevas obras durante nuestra residencia. La pieza anterior fue acompañada por el video que sigue a continuación, 'Son en Señas: tres poemas', que formó parte de una actuación colectiva de Francisca Benítez en colaboración con miembros de la Asociación Nacional de Sordos de Cuba en La Habana, 2015. Los poemas son de Nicolás Guillén:
Bomba atómica interpretado por Michel Carballo
Balada de los dos abuelos interpretado por Leonel Prieto y Lisandro Massipe
Caminando interpretado por Maité Chaveco




Si tan solo pudiéramos mirar el mundo con la curiosidad de un niño, jugar con las ideas y estar abiertos a nuevas historias, pensaríamos dos veces antes de decir aquella frase tan manida: "No entiendo el arte, pero sé lo que me gusta".

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